La accesibilidad no debería ser un añadido técnico, ni un lujo reservado a unos pocos. Es parte del diseño bien hecho: claridad en el mensaje, usabilidad sin fricción, navegación posible para todos y procesos que no excluyen por complejidad, lenguaje o coste. Un proyecto accesible empieza en cómo se concibe, se comunica y se entrega. También en cómo se trata a quien lo encarga.
A partir de junio de 2025 será obligatorio cumplir con la European Accessibility Act (EAA) para muchas empresas que ofrecen productos y servicios digitales. La normativa busca garantizar que cualquier persona pueda interactuar con entornos digitales sin barreras.
Consulta la normativa.
Diseñar bajo criterios de accesibilidad no es solo una obligación legal: es una decisión ética y profesional. Permite que más personas puedan participar, entender, decidir y acceder a lo que se ofrece, sin depender de capacidades específicas ni de contextos ideales.
Cumplir una norma no es lo mismo que diseñar con intención. La accesibilidad real implica pensar en quién se queda fuera, no solo en si el código pasa una validación automática. Implica estructurar contenidos con sentido, evitar jerga innecesaria, escribir con intención y diseñar experiencias que se puedan usar sin esfuerzo adicional. También significa que el acceso a un buen diseño no esté limitado por el tamaño del proyecto, el sector o el presupuesto.
Además de diseñar productos digitales, se ofrecen auditorías con foco en accesibilidad, orientadas a detectar barreras de uso, errores estructurales y problemas de diseño que puedan estar afectando la comprensión, el alcance o la conversión de una web.Se entrega un análisis claro, sin tecnicismos innecesarios, acompañado de propuestas prácticas y priorizadas. La auditoría no se queda en el diagnóstico: propone un plan de acción real para mejorar la accesibilidad sin complicar lo simple.